lunes, 7 de noviembre de 2016

Saga Sanctus Reach - Capítulo 3: ¡El Imperio desciende!



Muy buenas Adeptus, bienvenido al tercer capítulo de la saga Sanctus Reach. Los Orkos están aguardando el ataque imperial, que se cierne sobre ellos como mosca sobre montón de fascinante mierda. Mientras, Grukk y sus colegas se preparan para la que quizás sea la batalla de sus vidas. O quizás no, no sé cuanto vive un orko.

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Los colegas de Grukk se pusieron en marcha para reforzar las defensas del planeta ahí donde sus esfuerzos eran requeridos; levantando barricadas de madera o cavando trincheras que no dañaran en exceso el entorno natural. Millones de Orkos altamente motivados estaban listos para defender el planeta, gracias al poder del Mindfulness y la terapia de tai-chi milenario, sus mentes y cuerpos estaban listos para la violencia. Alaric Prime se había convertido en algo más que un mero mundo poblado, era un símbolo del desafío verde contra el Imperio opresor y la malvada amenaza que significaba para su flora y fauna.

Aunque desconfiaron al principio, los naturalistas gretchins, la rama más pro-nudista de la especie pielverde, se unió con sus armas dispara garbanzos. El líder a cargo de todas las defensas de Alaric Prime era el propio Grukk, acompañado de Mogrok, el Mekaniko, el más hipster de todos los Orkos del planeta. Este había preparado una gran cantidad de cachibaches interesantes para hacer frente a las huestes humanas que se aproximaban; entre ellos, había un tirachinas orbital de tamaño descomunal con el que atrapaban asteroides y los disparaban en dirección hacia las naves del Imperio.

La atmósfera general por todo el planeta fue la sensación de coraje frente a la adversidad, pues los Orkos sabían que moralmente eran superiores, quien si no ellos podrían gobernar aquel mundo; los humanos no sabían nada de cultivos ecológicos sostenibles... lo pagarían caro. Prepararon sus mejores armas, las afilaron con tesón y se armaron de energía chupando paloduz. Que vengan, profirió Grukk, que vengan y prueben el auténtico poder de nuestra ONG.



JAKREN STEIN
Jakren Stein se alza de entre los Castellanos de Cadia, es un comandante estoico y astuto con un sexto sentido para la guerra y gran gusto por la sangre. Desde pequeño siempre ha sido fan de ella, pues en las peleas tendía a chupar las heridas abiertas de sus adversarios como si de un vampiro se tratase; tras largas sesiones de terapia, su madre decidió que el ejército lograría enderezar al chaval, y claro, al final ha llegado a ser alguien a tener en cuenta. Su reputación es ganada a pulso, pero la historia de su ascenso al poder está plagada de rumores acerca de chupar, y no precisamente sangre. Se rumorea entre las filas de los regimientos rivales de Cadia que al comienzo de la carrera de Stein este comandó una compañía en defensa de la colmena Svard y aplastó de forma brutal la rebelión Esorscan. Durante la batalla de las Profundidades Carmesíes, se dice que  su compañía se vió rodeada por una fuerza superior de rebeldes que exigieron su rendición pero, en vez de sucumbir Stein entró en cólera y ordenó a su compañía romper el cerco. Nueve de cada diez hombres murieron en el proceso. Tras aquello se pensó que sería fulminantemente degradado, o incluso fusilado; pero tras una serie de "tensas reuniones" y un buen dolor de mandíbula, Stein salió reforzado. Desde entonces, Stein ha estado siempre con el culo prieto y con enjuague bucal cerca, y no dejará que nada se interponga en su camino.


Grukk y su cachorro acogido de una perrera "mordiditas", junto a sus colegas activistas. Foto de archivo de la universidad

COMIENZA LA INVASIÓN
Las noches fueron pasando, la noticia de la inminente invasión se había extendido de un lado a otro del planeta y los rumores se convirtieron en certezas cuando la población pudo ver a los invasores con sus propios ojos. Simplemente alzando la vista tras la puesta de sol podían verse los puntos luminosos cada vez más grandes de la flota imperial que se aproximaba. Decenas de nuevas "estrellas" poblaron los cielos, con el destello de sus motores tintineando como púlsares. Los Orkos más pacifistas se repetían a sí mismos que "otros" solucionarían sus problemas y que muy probablemente ese "otro" había ideado una defensa maestra para librarse de la flota imperial. Como si fuera para confirmar tal pensamiento, las imágenes recopiladas por las naves de guerra Orkas mostraban que la fuerza de invasión estaba impoluta e incluía una serie de naves extrañas que nunca antes habían visto. Los nobles Orkos empezaron a embotellar oxígeno de los bosques y los gretchins a guardar cebollas encurtidas. La guerra llamaba a la puerta.

Para cuando las naves imperiales entraron en órbita baja, el verdadero plan de invasión de Seius Maculatum quedó patente. El cielo nocturno quedó repleto de destellos azulados de disparos de plasma energético acumulado por las placas solares durante las semanas previas. Casi todas las descargas acertaron en sus objetivos, pero casi todos fueron ineficaces. Los Orkos no habían tenido en cuenta que los humanos poseían naves eficientes y con buen blindaje. "¡Porras!¡Rayos y retruecanos!" profirió Grukk. Llegaban más y más naves imperiales a cada momento y coronas esféricas de llamas empezaron a rodearlas a medida que se adentraban en la atmósfera revelando el secreto que albergaban: un escudo de energía que las protegía de sufrir daño alguno. Aunque su aspecto externo era imponente y parecía fácil de dañar, los campos de energía de las naves imperiales las hacía casi impenetrables. Las sirenas de alarma avisaban de que había que prepararse para la guerra mientras los nobles dejaban las pesas y se hinchaban a batidos de proteínas para vestirse para la batalla. Los orkos artilleros mantuvieron su ataque, disparando andanada tras andanada de munición sólida biodegradable y rayos de energía verde obtenida de forma sostenible hacia los cielos. Puede que una de cada veinte naves imperiales recibiera algún arañazo, incluso se comenta que un guardia imperial murió al intentar salir en pleno descenso a pulir el casco, como bien decía Darwin, selección natural; pero el resto lograron aterrizar sobre la superficie de Alaric Prime con el torturado chirrido de sus motores a máxima potencia despidiendo nubes de humo y polvo. El suelo tembló allí donde las naves llegaban y gigantescas rampas y puentes levadizos empezaron a surgir de los laterales de las naves y, con un chirrido metálico que haría temblar a cualquiera que pudiera oírlo, la maquinaria de guerra imperial empezó a salir a tropel del interior de sus naves, formando alrededor de ellas mientras disparaban contra cualquier cosa verde al alcance, ya fueran orkos, gretchins, setos bien regados o los lustrosos maizales de cultivo controlado seleccionado desde la semilla.

Incluso los meganobles orkos quedaron perplejos por la brutal eficiencia con la que las fuerzas de vanguardia imperial habían logrado aterrizar en el planeta. La impoluta apariencia de sus contaminantes naves, que a priori daban la sensación de no ser tan malas, contrastaba muchísimo con la devastación ambiental y los efectos contaminantes que provocaban. Miles de soldados imperiales salieron en masa por las rampas de las naves, formando eficientemente mientras disparaban sobre sus objetivos. Humeantes vehículos alimentados por combustibles altamente contaminantes empezaron a atravesar los puentes levadizos y en los laterales de las naves, las más gigantescas de todas las máquinas de guerra se abrieron paso por las placas laterales de sus transportes en su ruta hacia las llanuras inferiores. El asalto inicial de los humanos había resonado como un trueno en las tierras concordantes a la Montaña Sagrada, una gigantesca cordillera donde se llevaba a cabo el mayor cultivo de aceite de oliva virgen extra denominación de origen del sector, eje de la economía planetaria orka de Alaric Prime. Grukk no iba a dejar que cayera tan fácilmente.

Un anillo de cinco mil kilómetros de fortificaciones rodeaba la Montaña Sagrada, todo él adornado con armamento pesado y blindados híbridos. Los kañones alimentados por energía pielverde lanzaban disparo tras disparo contra la masa de humanos que pisoteaban y rugían en los alrededores de sus naves. Catapultas lanzapiedras dobles acopladas destrozaban chimeras y séntinels a medida que estos surgían de entre las huestes, mientras que los akribilladores de munición biodegradable acababan con los humanos más desprotegidos a medida que esto se acercaban y se ponían dentro de su letal alcance. Se producía una explosión de semillas tras otra formando un espectáculo tan sonoro y cegador que hasta los más duros de todos los orkos tenían que taparse los ojos debido a la intensidad de las deflagraciones.

¡Guerra!

No importaba la magnitud de la masacre infringida por las líneas de armas orkas, siempre llegaban más. Esta vez escondiéndose tras sus blindados, pues eso de morir atravesados por pipas duras tostadas o aplastados por kilos de patatas no eran algo que les gustara. Se abalanzaron sobre las defensas orkas en gran cantidad mientras gritaban y berreaban; o al menos, eso entendían los Orkos.. no sabían que maldito idioma hablaban aquellos pielez rozaz. Su gran estruendo y sed de sangre era un muro sónico en sí mismo y se hacía más fuerte a cada segundo que pasaba; las golondrinas y gorriones empezaron a huir en desbandada, mientras que los cervatillos y jabatos se escondían ahí donde podían. Los destellos rojizos de fuego láser se unieron a los disparos efectuados por el armamento pesado a medida que los Orkos se ponían a tiro de las dotaciones de soldados de Cadia que avanzaban imparables, la vanguardia Orka aguantaba aun así, protegidos por su superioridad moral y las decenas de pancartas de protesta colocadas por doquier. Entonces llegó el combate de verdad.

La masiva carga de antidisturbios cadianos se estrelló contra las líneas orkas como un maremoto. Los cuerpos eran arrojados en todas direcciones, las balas zumbaban y rebotaban por doquier, y los Orkos se zurraban contra los cadianos que asaltaban los muros inferiores al grito de "libertad animal" o "fuera, escoria, o te doy con mi zanahoria". De una forma increíble, los humanos empezaron a bombardear las murallas erigidas por los Orkos. Los troncos no eran rival para los durísimos proyectiles de los Leman Russ y las zarzamoras no eran rival para las orugas blindadas, por mucho que los gretchins alardearan de lo "que pinchaban las japutas". La guerra por Alaric Prime había comenzado.


GUERRA AÉREA
Como los Orkos no tenían aviones pues mataban a las inocentes gaviotas y a las imponentes águilas, los ejércitos imperiales se hicieron con el control inicial de los mismos. Sin embargo, debido a la densa población de pájaros del mundo, los cadáveres se atascaban en las turbinas y al poco la flota aérea imperial se vio seriamente mermada. La idea de ataque relámpago aéreo de Seius se vino abajo con facilidad.


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